jueves, 20 de octubre de 2011

Una burla a la democracia y a la razón argumentada


Federico Aguilera Klink


En 1516, Tomás Moro escribió el libro titulado Utopía. Al final del mismo reconoce que ha “descrito el ordenamiento de una república que es la única que, por derecho propio puede recabar para sí el nombre de república” y sigue reflexionando sobre la sociedad de su tiempo, “Por eso, cuando contemplo y medito sobre todas esas repúblicas que hoy florecen por ahí, no se me antojan otra cosa, séame Dios propicio, que una especie de conspiración de los ricos que tratan de sus intereses bajo el nombre y título de república. Y discurren e inventan todos los modos y artes para retener sin riesgo de perderlo lo que apañaron con malas artes (…) para adquirirlo al más bajo costo con el trabajo y fatigas de todos los pobres y para aprovecharse de éstos. Estas maquinaciones, tan pronto como los ricos han decretado que se observen en nombre del pueblo, es decir, también de los pobres, pasan ya a ser leyes”. Y termina considerando a los ricos como “…estos hombres funestísimos, que lo que sería suficiente para todos se lo reparten todo entre ellos con insaciable codicia”. No se inventa estos calificativos. Tomás Moro fue abogado y representó y defendió en varias ocasiones los intereses de los comerciantes londinenses. Sabía muy bien de quién hablaba. A la vista de cómo deciden actualmente estos hombres, y mujeres, funestísimos, no se puede decir que hayamos avanzado mucho

Vamos a ver cómo funciona nuestra “república” canaria. El inicio de las obras del Puerto de Granadilla constituye la culminación de todo un proceso dirigido por unos políticos y empresarios (funestísimos) que llevan años burlándose de las personas y de las instituciones que, supuestamente, deberían de funcionar en una democracia con un mínimo de calidad.

Por eso, mentira tras mentira han ido construyendo una trama cuyo resultado visible es el inicio de las citadas obras pero que, por encima de todo, elimina toda credibilidad democrática de los partidos políticos que están actualmente en el gobierno y de los que han pasado por él, en Canarias y en Madrid, sin excluir a Bruselas, que les legitima y les ríe las burlas.

Después de afirmar que era necesario ampliar el Puerto de Santa Cruz porque, supuestamente, se iba a saturar antes del 2008 y porque no se podía ampliar, según afirma el Decreto del Gobierno de Canarias de 6 de Mayo de 2002, el Puerto de Santa Cruz se está ampliando con fondos europeos y, además, su uso es inferior al que tenía en 2002.

Todas las excusas que iba dando el Gobierno de Canarias se ha ido demostrando que eran erróneas, por decirlo suavemente. Ni una sola de ellas se ha visto que era cierta. Ni la saturación, ni la imposible ampliación, ni la declaración de interés público de primer orden por imperiosas razones de índole social y económica (que no se documentan), ni la instalación del gas (que es más ecológico, dicen, pero no lo demuestran). Nada.

Ni el Gobierno de Canarias ni los defensores del Puerto de Granadilla han aceptado públicamente contrastar sus argumentos. No lo han hecho porque no tienen ningún argumento válido que presentar. Por eso han tenido que llegar a la descatalogación de las especies protegidas para empezar las obras, puesto que no les quedaba ya ninguna excusa que inventar. El que el gobierno de Zapatero haya aceptado la descatalogación a cambio de un plato de lentejas, estar en el gobierno unos meses más, con el apoyo de Coalición Canaria, es un buen indicador de la importancia que prestan los gobiernos a una democracia digna y a su preocupación por la gestión del medio ambiente y de los recursos naturales

¿Qué es lo que hay posiblemente detrás del Puerto de Granadilla? Lo más probable es la realización de suculentos negocios privados con fondos públicos, que es como suele funcionar este capitalismo privado subvencionado con lo público, que luego se queja (me imagino que partiéndose de risa) de que el sector público es ineficiente y de que es necesario recortarlo para que ellos puedan seguir obteniendo ayudas y desgravaciones o regalos fiscales, de miles de millones de euros, tales como la RIC y la PAC. No se olvide que ya Adam Smith, ese economista que muchos empresarios citan sin haber leído, escribía en 1783 algo que no les hace mucha gracia y es que “La reglamentación del comercio siempre es un engaño, mediante el que los intereses del estado y de la nación se sacrifican en beneficio de una clase particular de comerciantes”. Ya saben, donde pone comerciantes póngase empresarios de una clase particular. También Adam Smith sabía de qué hablaba, conocía bien el capitalismo mercantil.

¿Qué puede haber más allá de estos negocios? Quizás la instalación de una base de la OTAN, como ya anunció el empresario Juan Verde hace algunos años, aunque no especificó en qué sitio de Canarias se iba a construir. Esta posibilidad es bastante verosímil puesto que no hay, que yo sepa, ni un solo político de los partidos mayoritarios, ni tampoco de los partidos bisagras, que haya hecho alguna manifestación sobre este tema. Dicho de otra manera, el silencio (o la conspiración de silencio) puede delatar que sabían también de la posible construcción de la base de la OTAN. Después del silencio de Zapatero sobre el escudo antimisiles de Rota, parece que “la mudez” sobre un tema puede significar que va adelante. Buena trayectoria, por otra parte, la que va de la retirada de las tropas de Irak en 2004 a la reciente autorización del escudo antimisiles en Rota.

En el año 2004, recién nombrada Ministra de Medio Ambiente del Gobierno de Zapatero (que afirmó en ese año que “la gente quiere políticos que les digan la verdad”, y yo añado que ocho años después seguimos queriéndolos y buscándolos pero no están en su partido), Cristina Narbona escribió el prólogo al Informe Recursos Mundiales 2004. En él afirmaba lo siguiente. “La mala gestión de los recursos naturales (…) evidencia la diferencia, en muchos casos, entre la democracia y un sistema autoritario (…) provoca el desencuentro entre gobernantes y gobernados, degenerando en muchos casos, hacia una institucionalización de la corrupción (…) no hay mayor amenaza para el medio ambiente que la demagogia, es decir, el engaño a los ciudadanos, el ocultismo intencionado de datos y decisiones, la manipulación interesada de la situación real de los recursos naturales y de las alternativas que existen para explotarlos adecuadamente (…) los políticos jugamos un papel fundamental a la hora de elegir entre la demagogia o la transparencia. Por tanto, estamos obligados a gestionar de modo transparente, políticas realistas, equitativas, participativas y consensuadas”. Narbona es política desde hace muchos años, conoce el paño, su diagnóstico es acertado pues también sabe de lo que habla. Reconoce que la principal amenaza ambiental son ellos mismos.

¿Cómo calificar, entonces, la realidad en la que nos encontramos con el inicio de la construcción de un puerto innecesario, que no se justifica con argumentos honestos y que se hayan debatido públicamente, que no va a generar empleo, que va a generar un coste social y ambiental muy elevado y que, sea cual sea su hipotético uso futuro, las condiciones climáticas (los fuertes vientos dominantes en la zona) van a impedir un uso razonable del mismo?

Me parece que Cristina Narbona lo dice con mucha claridad. Simplemente, como una mala gestión de los recursos naturales, entre otras cosas, que degenera en una institucionalización de la corrupción. Por eso se puede afirmar que la principal amenaza para el medio ambiente (y también para la convivencia pacífica y razonable en este país) la constituyen “los políticos y empresarios insaciables”. Estos “hombres funestísimos”, como dice Moro, (pero también mujeres) “que discurren e inventan todos los modos y artes para retener sin riesgo de perderlo lo que apañaron con malas artes (…) para adquirirlo al más bajo costo con el trabajo y fatigas de todos los pobres y para aprovecharse de éstos”.

Ahora bien, ¿Por qué los políticos y empresarios funestísimos mienten tanto y se convierten en la principal amenaza para la democracia? El psiquiatra norteamericano Alexander Lowen, en su libro El Narcisismo nos da una pista. Considera que “Una característica de la personalidad psicopática es su tendencia a actuar de manera antisocial (…) Mienten, engañan, roban, incluso matan, sin que se vea en ellos signo alguno de culpabilidad o remordimiento. Se actúa sin sentimientos conscientes”. La clave está en si estas personas son o no conscientes de ese comportamiento. Si lo son no serían psicópatas, sino, simplemente, malvados, como aclara el psiquiatra español Alberto Fernández Liria, porque “empezamos a querer ver enfermos mentales donde sólo hay malvados y acabamos viendo malvados donde sólo hay enfermos mentales” (No hay enfermedad. El País, 30.4.2008).

Así es que la pregunta clave sería si estos hombres y mujeres funestísimos son malvados o psicópatas, es decir, ¿saben lo que hacen? (mi respuesta es que sí) o no son conscientes de ello. Cada lector puede dar su propia respuesta. Todos ellos y ellas son conocidos. Leemos sus declaraciones en los medios de comunicación y algunos incluso trabajan con ellos. Vemos los comportamientos cuyas características describe Lowen desde hace años y, además, mantienen el delirio, o la farsa, de que esto es una democracia y de que ellos son los representantes democráticos legítimos.

Desde luego, seguir llamando democracia a esta situación y esperar de esta gente alguna decisión razonablemente democrática y que beneficie al interés público y a la mayoría de los ciudadanos, en lugar de a los empresarios poderosos o de una clase particular, no es nada más que una peligrosa ilusión que nos puede llevar al desastre. Sólo podemos esperar de ellos, y de ellas, más y más sufrimiento y mentiras. Como dice uno de los personajes de El Roto: “Os bajaremos los sueldos, os quitaremos derechos, nos llevaremos la pasta y además nos votareis”. Ese es el futuro que nos espera. A menos que despertemos. Todavía estamos a tiempo.

*Federico Aguilera Klink es Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de La Laguna