lunes, 27 de septiembre de 2010

La seba, negocio o necesidad

Tortuga verde alimentándose de sebas
Vía: diariodeavisos.com

Bajo el mar, en los fondos arenosos de muchos tramos del litoral canario, crecen unas praderas de plantas marinas con hojas alargadas, que parecen bailar con el ritmo de las olas. Son los sebadales, también conocidos como manchones por algunos pescadores o, de forma general, como praderas de fanerógamas marinas. En los últimos años, estos ecosistemas se han convertido en objeto de trifulca política, dados los impactos y presiones que reciben; en concreto, la controvertida construcción del puerto industrial de Granadilla ha situado en el epicentro informativo a un ecosistema marino sobre cuyo valor ambiental y económico discrepan la comunidad científica y la Administración.

Por definición, las fanerógamas marinas son unas plantas parecidas a los céspedes terrestres, con flores y semillas, adaptadas a la vida bajo el mar sobre substrato arenoso o fangoso, con un complejo sistema de anclaje al substrato y un mecanismo de polinización muy especializado. A diferencia de las algas, presentan tejidos diferenciados que forman raíces, tallos y hojas, los cuales desempeñan diferentes funciones. Del mismo modo, su reproducción se realiza mediante la formación de flores, frutos y semillas, que son dispersadas por las corrientes. Debido a la alta energía que existe en los ambientes donde viven, la mayoría de las especies tienen hojas con forma acintada; los tallos son rizomatosos y, de trecho en trecho, producen gran número de raíces para garantizar un anclaje seguro en el sedimento.

Las praderas que forman estas plantas marinas conocidas como sebadales han evolucionado a partir de ancestros terrestres en el Cretácico; es decir, sus parientes más cercanos son plantas terrestres de la familia de las gramíneas de hace unos 100 millones de años. Para Alberto Brito, catedrático de Zoología y Oceanografía Biológica de la Universidad de La Laguna (ULL), "los sebadales constituyen un ecosistema marino muy importante por su alta capacidad productiva, por ser criaderos para muchas especies de peces e invertebrados, por el mantenimiento de la biodiversidad marina, por su papel en la regulación de la calidad de las aguas costeras y por la protección del borde costero". Además, según él, "son indicadores de la calidad ambiental del ecosistema litoral y, cuando comienzan a desaparecer, nos están señalando que algo va mal en ese tramo de costa". El profesor de la ULL incide en que, por su valor ambiental y económico, estos ecosistemas han sido mundialmente considerados como "prioritarios" para la conservación, siendo objeto de regulación y gestión en diversos países.

En la misma línea que Brito se sitúan desde la organización ecologista Ben Magec, quienes aseguran que "los sebadales en Canarias tienen amenazas evidentes, por lo que es necesario afrontar una política de conservación más efectiva y duradera". En la actualidad, se reconocen alrededor de 66 especies distribuidas por todas las zonas costeras del mundo, excepto en las antárticas. Aunque la mayoría de las praderas son monoespecíficas, algunas pueden estar formadas por 12 especies distintas; la mayor riqueza de especies se encuentra en las zonas tropicales, disminuyendo hacia las zonas templadas del planeta. 

Los sebadales tienen una gran importancia ecológica y económica al proporcionar, entre otros beneficios, habitats para numerosos organismos, generar biomasa, producir oxígeno, etc. También son ricos en especies, que pueden vivir en los diferentes estratos (raíces, rizomas, entre las hojas o sobre ellas, etc.), dando lugar a una rica comunidad biológica. Así, por ejemplo, desde Ben Magec-Ecologistas en Acción recuerdan que "se han identificado hasta 53 algas creciendo sobre las hojas y cerca de 70 especies de poliquetos en un sebadal de la isla de Tenerife. Entre los peces, las mojarras, caballitos de mar y pejepipas son algunas de las especies típicas de estos ambientes. En los sebadales canarios se concentra una gran biomasa y tienen una alta producción primaria anual. Es decir, los sebadales se comportan como auténticos oasis de vida marina".

Actualmente, se conocen cuatro especies de fanerógamas marinas en Canarias. De ellas, la Cymodocea nodosa, que es la más común, se ha situado en el ‘ojo del huracán’ con motivo de la polémica aprobación del nuevo Catálogo Canario de Especies Protegidas. Desde la Consejería de Medio Ambiente del Ejecutivo regional siguen insistiendo en que sacar al sebadal del catálogo "fue una decisión necesaria y acertada, que se tomó después de ponderar los pros y los contras, que evidentemente los tiene". "Se hizo sobre un ejercicio de objetividad y de responsabilidad y, sobre todo, evaluando la trascendencia del sacrificio medioambiental que ello supone y del que supondría el no hacerlo. La descatalogación es intrascendente para la supervivencia del resto de la especie, y por eso fue posible hacerlo", recalcan las mismas fuentes.

Junto al Ejecutivo regional se alinean desde el Partido Popular de Granadilla, cuyo presidente, Esteban González, sostiene que "algunos falsos ecologistas manipulan la realidad". No en vano, González deja claro que el futuro puerto granadillero es "la llave de un modelo económico más equilibrado para el Sur y una apuesta por los emprendedores para la reactivación económica y la creación de empleo".

En la orilla opuesta, para buena parte de la comunidad científica de Canarias los sebadales poseen un gran interés ecológico y económico, "puesto que son el soporte estructural de una biocenosis importante, tanto a nivel de organismos que crecen sobre sus hojas (como algas e hidrozoos), como de aquellos otros que viven enterrados en el sedimento (gusanos y caracolas) y a nivel de los que se entremezclan entre sus largas hojas (peces, chocos, etc.)". El catedrático Alberto Brito subraya que, entre sus funciones ecológicas, "amortiguan el efecto del oleaje y de las corrientes marinas sobre el fondo". "Estas dos características tienen gran importancia para la estabilización y conservación de las playas, evitando la erosión costera. También mejoran la calidad del agua, aumentando la transparencia y comportándose como un indicador biológico del buen estado de conservación del litoral. Es decir, son un bioindicador de la calidad de las aguas de baño", denota Brito, quien incide en que, además, "son un ecosistema con una alta productividad y biodiversidad, que exporta gran cantidad de materia orgánica y enriquece a otros ecosistemas litorales".

Como sucede con otros ecosistemas litorales, las praderas marinas están experimentando una regresión a escala global por las presiones e impactos generados por el hombre, estimándose la tasa de pérdida anual entre un 2 y un 5%, unos valores incluso superiores que los registrados para los arrecifes de coral. 

Desde el departamento de Biología Marina de la ULL aseguran que los impactos que sufren las praderas de fanerógamas marinas pueden ser de dos tipos: naturales y antrópicos o derivados de las actividades humanas. "Entre los primeros, el más significativo es el que causan los temporales, a través del fuerte oleaje asociado, que dan lugar a movimientos masivos de sedimentos, causando el afloramiento de rizomas y raíces", relatan. 

Respecto a los impactos derivados de la acción humana, desde la universidad lagunera afirman que "en las dos últimas décadas se estima que la pérdida de praderas marinas debido a acciones directas e indirectas del ser humano, es de 33.000 kilómetros cuadrados, lo que equivale al 18% de las áreas de pradera que han sido documentadas mundialmente". Ello se debe, sobre todo, a la construcción de puertos, diques de abrigo, playas artificiales y emisarios submarinos, así como los vertidos de aguas residuales y de salmueras procedentes de plantas desaladoras, el anclaje de embarcaciones, las instalaciones de cultivos marinos mal situadas, determinadas modalidades de pesca y la introducción de especies invasoras. 

En el Archipiélago, según recalcan desde la ULL, existen numerosas muestras de las repercusiones negativas que ha tenido para el sebadal la acción humana. "Por ejemplo, el único sebadal conocido de la isla de La Palma desapareció tras las obras de mejora y ampliación realizadas en el puerto de la capital. Algo similar ocurrió tras la construcción del puerto deportivo de El Berrugo, en Lanzarote, donde se incrementó la atenuación de la luz en la columna de agua y se redujo el crecimiento de las plantas. Además, paralelamente a la pérdida de sebadal, se produjo una reducción de la comunidad de peces asociada".

En el caso de Granadilla, los expertos consideran que las obras amenazan con destruir uno de los mayores sebadales de las Islas, con 10,5 kilómetros de longitud, algo que niegan desde la Consejería de Medio Ambiente. De hecho, el propio consejero Domingo Berriel afirma que "se han tomado todas las medidas encaminadas a la consecución de un litoral con mayor calidad ambiental, lo que redundará en un mejor grado de conservación de los sebadales". Ben Magec, en cambio, tilda de "hipócrita" la actitud del Gobierno canario, del que dice que "no ha hecho nada para evitar la degradación y las pérdidas de las praderas de hierbas marinas, ni tampoco por ordenar y regular el uso en las zonas terrestres de extracción, para evitar la erosión que afecta gravemente a las costas del Archipiélago".



Treinta años de protección

· El reconocimiento internacional de la importancia ambiental y económica de las praderas de fanerógamas marinas ha dado lugar al establecimiento de varias medidas legales en los últimos 30 años. En el ámbito europeo, el Convenio de Berna de 1979 protege las poblaciones de Cymodocea nodosa en el Mediterráneo.

· Por otra parte, la Directiva de Hábitats incluye en su Anexo I los llamados Bancos de arena cubiertos permanentemente por agua marina poco profunda. Lo que en Canarias incluye el hábitat de Cymodocea nodosa y, por tanto, los sebadales. Sin embargo, a pesar de su importancia ecológica en las Islas, aún no ha sido catalogado como un hábitat prioritario por la Directiva. De hecho, de acuerdo con ésta, en el Archipiélago se han establecido una serie de espacios donde se pretende proteger el hábitat de los sebadales. Estos espacios denominados LICS (Lugares de Importancia Comunitaria)forman parte de la Red Natura 2000. Entre los LIC declarados por sebadales se encuentran: en Tenerife, la Franja Marina Teno-Rasca, los sebadales del sur de Tenerife, los de San Andrés y los de Antequera. En Gran Canaria, mientras, están los de la Franja Marina de Mogán, Bahía del Confital, Bahía de Gando, Playa del Cabrón, los de Playa del Inglés y los de Güi-Güi. De igual modo, en Fuerteventura se encuentran los sebadales de Corralejo y los de las Playas de Sotavento de Jandía. Por último, en Lanzarote están los de La Graciosa y los de Guasimeta.

· En la legislación canaria, la Cymodocea nodosa era una especie catalogada como "sensible a la alteración del hábitat" por el Decreto 151/2001, por el que se creó el antiguo Catálogo de Especies Amenazadas de Canarias, modificado hace apenas cuatro meses.

Los trasplantes, todavía sin resultados

En los últimos años, los transplantes de fanerógamas marinas son una de las medidas propuestas para recuperar áreas de praderas que han sido degradadas. En Canarias, sin embargo, el catedrático de Zoología y Oceanografía Biológica de la Universidad de La Laguna (ULL), Alberto Brito, deja claro que “las experiencias piloto llevadas a cabo hasta el presente no han dado resultados positivos, de forma que no se ha transplantado ningún sebadal, ni tampoco se han recuperado zonas de praderas degradadas”.

“En determinadas zonas costeras se ha conseguido que los transplantes se desarrollen y funcionen como una pradera natural; pero para que una experiencia de transplante sea viable, deben darse unas condiciones ambientales adecuadas, comenzando por la desaparición de las presiones o impactos que llevaron a la degradación o desaparición del sebadal original”, denota el profesor Brito.