sábado, 3 de abril de 2010

Tras el nuevo Catálogo de Especies de Canarias

Santi Peña.
Ante la secular dejadez del Gobierno de Canarias para aplicar muchas normas y disposiciones realmente necesarias, Canarias es la autonomía que tiene el mayor retraso en todo el estado en la aplicación de la Ley de Dependencia, responsabilidad última de Rivero, o la acusación de los socialistas de arrinconar expedientes sancionadores administrativos para indemnizar por los retrasos a los amigos de los que gobiernan, contrasta la premura por aprobar un catálogo de especies protegidas que va a significar, como mínimo, un desastre social y ambiental histórico y sin precedentes para Canarias. Lo que se esconde detrás de todo esta estrategia no es más que rebajar a esa categoría perversa llamada de interés para los ecosistemas a la seba para así la vulnerar la sentencia de suspensión cautelar del Tribunal Superior de Justicia de Canarias y poder seguir construyendo el puerto de Granadilla o por lo menos poner el cartel de inicio de las obras y contentar a amigos del gobierno como Antonio Plasencia que lo está pasado un poco mal por la crisis del ladrillo. Digo contentar porque ahora mismo hay muy poca gana de hacer este puerto porque no sólo no va resultar fatal para el futuro sino que, sin haberse movido todavía ni una sola piedra, lo está siendo ya para una formación como CC que nada tiene de nacionalista y sí de organización mafiosa situada a margen de la ley que no duda en modificar ésta para apoyar sus causas particulares.

La vía lógica que debería haber adoptado CC con este nuevo catálogo de especies es esperar a que se redacte el Nacional, de orden y rango superior y vinculante, cuyo final de elaboración no tiene fecha cierta porque, probablemente, se estarán haciendo las cosas algo bien con asesoramiento técnico decente y no como el canario que, cuando se apruebe por Ley y no Decreto Ley como sería lógico debido a la mayor flexibilidad de esta figura, incurrirá en contradicciones, y probables delitos, de carácter administrativo. Según declaraba el miércoles 24 de marzo el biólogo Alberto Brito en la rueda de prensa de la Comunidad Científica Canaria contra el Catálogo de Especies el único contacto que se ha tenido desde el gobierno con este importante grupo de expertos, el mayor de los posibles en todo el archipiélago, ha sido la vía no oficial de un correo electrónico para intentar tapar, en una pequeña reunión, todo este despropósito de catálogo, que a estas alturas y después de casi diez años en vigor del actual, merece  por lo menos muchas más horas de trabajo serio. Cuando se hacen las cosas tan mal, cuando CC intenta sobre todos los medios salvaguardar los intereses de sus amigos los constructores, es que se confundan plantas con reptiles o moluscos con animales marinos como ocurre con la actual propuesta de catálogo enmendada por CC.

La mayor baza con la que cuenta CC para colar a la ciudadanía esta infame ley es el gran desconocimiento general, desconocimiento que en el caso del equipo de Berriel es supremo debido a las señaladas confusiones de carácter escolar como la de nombrar una especie marina por un molusco como ya he dicho, es que la mayoría de la gente, debido a que ésta tiene sus cosas y en el tiempo de crisis que vivimos poco nos queda para pensar en otras que llegar a fin de mes, no tiene ni idea no sólo de lo perverso en sí que va a ser esta ley sino de lo nocivo social y medioambientalmente que va a significar para Canarias su aprobación. La habitual falta de transparencia democrática del archipiélago junto con el corriente oscurantismo de los tres partidos políticos, sobre todo CC, tratan de burlar los más mínimos principios democráticos con esta porquería de ley que lo mejor que puede hacer CC ahora mismo es retirarla y comenzar a trabajar de manera seria con los que saben del asunto que para algo nos han costado mucho dinero a los ciudadanos para que se formen, mejor que nadie, en el conocimiento de las especies endémicas que hay en las islas y que son un orgullo mundial de la biodiversidad. Si esta ley se llega a aprobar, como parece que va a suceder en un par de semanas, se daría el caso, debido a la perversa categoría de interés para los ecosistemas canarios que no es más que un cajón de sastre para meter las especies que estorban al caduco desarrollismo que el torpe empresariado reclama, que un cazador dispare a un tipo de halcón del que apenas hay una veintena de ejemplares en el archipiélago porque vuela fuera de un lugar protegido y que no pase absolutamente nada. Y es que lo absurdo de esta categoría, que no existen en ningún lugar del mundo, es que se puedan dar estos casos porque, precisamente, las aves vuelan muchísimos kilómetros para buscar su comida.

En unas tierras donde la decencia moral, política y donde el sí al desarrollo es imposible imputados como Domingo Berriel, Consejero de Medio Ambiente pero en realidad topo de Fomento en esta consejería, estarían muy lejos de la vida política y no ocupando cargos de responsabilidad para él y que son los menos pensados para su condición. La vergüenza que sentimos los humanos frente al debate de Estado de la Autonomía de esta misma semana frente a un balbuceante Rivero es inversamente proporcional a que mantenga en su gobierno a gente de la calaña de este Consejero que normalmente no sabe pero que siempre contesta. La aritmética de la supuesta democracia canaria, más ceremonial que otra cosa y donde se tiene miedo de la auténtica participación ciudadana porque la ciudadanía ha experimentado un cambio sin precedentes mientras la clase política está hundida en sus miserias y su mediocridad, se basa en el número 31. Este número mágico en Canarias ha servido en estos casi 30 años de caciquismo autonómico para explicar toda la miseria y la basura que ha pasado no sólo por el gobierno sino por el mismo Parlamento que se ha caracterizado por vivir de espaldas a la ciudadanía. Sería de esperar que el día de la votación de este nuevo e infame catálogo de especies los parlamentarios de CC que están en contra de este engendro, a mi me consta que los hay, voten a conciencia de manera contraria a esta norma que va a significar una vía libre para la degradación del medio ambiente del archipiélago. El presidente del Cabildo de alguna isla muy cercano a CC se ha manifestado al respecto de manera muy meridiana.

El otro día Toñi Torres agobiada por sus imputaciones, por haber llenado a su familia de mierda por ciega avaricia y  por, seguramente, pagar el pato de otros que están tranquilos en sus casas se suicidó tirándose del un sexto piso en un lugar muy céntrico de Las Palmas de Gran Canaria. De nada le valió la vida de lujo y placer fácil que tuvo durante años a la sombra de sus delitos como concejala en el ayuntamiento de Telde. Ante las hilarantes cosas que en plan burla se han dicho estos días por algunas partes de la red vengo simplemente a expresar la tristeza de que esto haya tenido que acabar así. Más vale, sin embargo, vivir de manera humilde aunque feliz que rico pero amargado como ella sus últimos años. Esta mujer representa una metáfora de lo que Canarias ha vivido estos últimos lustros: un puro salto al vacío. Como hizo ella muchos de los políticos y sus amigos viven a tope el día a día sin pensar en el futuro exprimiendo un territorio que ya le queda poco para dar de sí pero que ha demostrado que tiene más aguante de lo que parece a pesar de ser bastante frágil. Ser nacionalista en Canarias significa para esta gente de CC definirse como tal para darse un barniz de tradiciones con el único fin de explotar a nuestro medio natural para que unos cuantos se forren. Esto es lo que están haciendo con este incongruente catálogo de especies. ¡Pero qué asco dan!