martes, 8 de junio de 2010

La Consejería de Medioambiente paralela

Jacinto Barquín Diez, Biólogo Marino. Investigador Principal del proyecto I+D+I “Sigmacán”. Universidad de La Laguna

Desde hace dos años, un grupo de investigadores de la Universidad de La Laguna que me honro en dirigir, tenemos en marcha un proyecto de investigación, desarrollo e innovación ( I+D+I) llamado SIGMACAN (de acrónimo Sigmacán, Sistema de Información Geográfica Marino de Canarias), cuyo principal objetivo es aglutinar con un único formato toda la cartografía biológica y los estudios oceanográficos hechos en las aguas y fondos marinos canarios, para ponerlos a disposición de la Administración y de los ciudadanos en general. Este proyecto es antiguo, pues entra de lleno en nuestras líneas de investigación desde hace décadas. Se presentó al Gobierno de Canarias en 2007, pero solamente después de dos años se concedió. La cantidad que nos dieron, 13.700 euros para dos años, es muy escasa pero es lo único que se consiguió para arrancar.

Sin embargo, nuestro proyecto interfiere con los objetivos que le ha marcado el director del Observatorio Ambiental Granadilla (OAG) a su entidad, pues, como ha publicado recientemente la prensa, pretende crear un "repositorio de datos" y una base de datos de las mismas características y con los mismos propósitos que nuestro proyecto, aunque con un presupuesto decenas de veces mayor.

Los objetivos del OAG fueron en un principio los de “garantizar que el puerto de Granadilla se construya y gestione de manera respetuosa con el medio ambiente”, y "garantizar al mismo tiempo la aplicación adecuada de las medidas correctoras y compensatorias", tal y como se lee en el Dictamen de la comisión que sirvió para la creación de esta entidad, es decir, de vigilar que la destrucción del mayor sebadal de Canarias se haga conforme al plan previsto y de la manera más respetuosa posible.

Así y con esta finalidad, impuesta por la Comunidad Europea, se creó el mencionado Observatorio, pero, como se sabe, esas medidas supondrían, de llevarse a cabo, unos gastos de mantenimiento tremendos y perpetrar un atentado ecológico aún mayor que el que se logre cuando se sepulte el sebadal de Granadilla.

Visto lo cual y previendo que la finalidad del OAG se quedaba corta para la ambiciones del que iba a ser su director, la comisión amplió los objetivos originales por otros mucho más codiciosos: nada menos que la "observación de la biodiversidad y del medio marino de Canarias y, por extensión, de la Macaronesia", una perita en dulce que su director no iba a rechazar. Por eso cambian el nombre a "Observatorio ambiental Granadilla" (tal y como se lee en www.oag-fundacion.org), pues lo del "Puerto" no es sino la excusa con la que se pretende cubrir este costoso tinglado, una especie de Consejería de Medioambiente paralela, menos incordia que la auténtica y tan plegada a los deseos del Gobierno que lo mantiene como lo está su propio director.  

Pero por si fueran pocos los 650 mil euros que le otorgaron al OAG solo para empezar a andar, el director de esta entidad pide ahora más dinero (leemos en la prensa que pide un proyecto) pues, al parecer, ya agotó los fondos... y sin que todavía hayan empezado las obras de tan cacareado y polémico puerto. A esta circunstancia hay que añadirle que el referido  proyecto se quiere llevar a cabo sin tener ninguna experiencia en el medio ambiente marino ni apenas aval de las instituciones científicas. Hay que recordar que el director de esta entidad fue nombrado a dedo y que esta misma designación ya trasgredió su propio reglamento, al no cumplir con la condición de imparcialidad que se le exige, pues las numerosas pruebas de la parcialidad incondicional de su director a favor del mencionado puerto están publicadas en los periódicos.

Además del agravio comparativo que supone el que a una institución pagada con fondos públicos, como supuestamente es el OAG, creada a la medida para un señor elegido a dedo que no cumple con sus propios estatutos, se le dote de unos fondos que ya quisiera cualquier grupo de trabajo de las universidades canarias o de las demás instituciones dedicadas a la investigación, el director de esta entidad solicita más dinero para hacer algo que ya se está haciendo en la Universidad con una cantidad equivalente a lo que este Observatorio se gasta en pipas. El despilfarro es aún mayor si consideramos los tiempos de estrechez económica que corren, pues como se sabe, a los primeros recursos a los que en este país se les echa mano en tiempos de crisis son a los dedicados a la investigación. La prueba es el recorte que sufrieron la mayoría de los proyectos de I+D+I que se dieron en Canarias en 2009; en nuestro caso fue nada menos que del 60 % con respecto a la cantidad solicitada.

Sin avasallar y sin tantos aspavientos ni alharacas, en la Universidad de La Laguna acometimos nuestro humilde proyecto como otras tantas veces desde hace casi cuatro décadas: con mucha dedicación y ganas, mucho esfuerzo y muy pocas, poquísimas perras, es decir, igual que siempre.