sábado, 22 de mayo de 2010

El Catalogo de la vergüenza


Pedro Millán
No se me ocurren palabras que añadir a lo dicho anteriormente sobre la aprobación ayer del polémico Catalogo de Especies Protegidas en el Parlamento de Canarias, añadiendo un nuevo y vergonzoso capítulo del alejamiento que los políticos profesiones de esta Comunidad demuestran sobre el resto de la sociedad civil. Hay pocas que me sorprendan ya en este sentido, por lo que me cuesta manifestar incredulidad, tristeza o indignación, por lo menos al nivel que detecto a mí alrededor, entre mis amigos y conocidos del mundo universitario y de la gestión ambiental en Canarias. Sigo pensando que a la mayor parte de la población canaria este tema se la trae al pairo completamente, como la gran mayoría de los temas ambientales, pero en ningún caso éste es motivo suficiente para dejar de manifestar nuestro profundo desacuerdo no sólo con la norma aprobada sino con la forma de llevarla a aprobación. Dicho de una forma clara, no es entendible para nadie con dos dedos de frente que un catalogo científico no sea elaborado por científicos. En esto parece estar de acuerdo todo el mundo con un mínimo de conocimiento excepto los grupos parlamentarios de Coalición Canaria y del PP.
Y es que a día de hoy este “flamante” catalogo no tiene autor intelectual. Nadie se ha atrevido a hacerse responsable y asumir la responsabilidad de su redacción o coordinación. Es lógico. De forma tímida y en voz baja, sólo el biólogo Antonio Machado ha reconocido haber “asesorado” puntualmente este documento. El Consejero del Área, Domingo Berriel, dice que han sido “los técnicos de Medio Ambiente basados en estudios científicos” los que han elaborado esta propuesta. Pues bien, ni el Comité de Empresa de la propia Consejería lo reconoce y se desmarca totalmente de su contenido. El típico y tradicional modo de combate político español deja fuera de juego a la Comunidad científica y universitaria, acostumbrada a debatir basada en argumentos y en razones. En política se lleva mejor el juego subterráneo, distraer la atención, hacer demagogia barata, mentir a sabiendas… Y hay que reconocer que nuestros parlamentarios lo saben hacer de maravilla, con lo cual no hay ninguna posibilidad para los opositores a esta nueva ley que rebaja abruptamente la protección de la flora y fauna canaria en el Año Mundial de la Biodiversidad (rebaja la protección de 319 especies), de tener un diálogo constructivo. Especialmente patética la intervención del portavoz del PP y su “defensa” de la propuesta, en la que acababa mareando la perdiz de forma vergonzosa, echando la culpa al PSOE y a Zapatero, para variar, cuando no tenía nada que ver con lo que se discutía. Esto me lleva a pensar que como es posible que un partido tan importante como el Partido Popular no ha conseguido tener a nadie que sepa algo mínimo de Medio Ambiente o Naturaleza, es que no hay nadie de derechas que haya estudiado biología, geografía, Ciencias Ambientales o Ciencias del Sentido Común que se haya sentido atraído por las ideas de la Fundación FAES. Me sorprende, la verdad. Y dado que a su líder regional, le gusta ir a pescar en Noruega, me parece que hubiera sido mejor ponente de esta Ley que el desafortunado Carlos Ester.
José Miguel González, Ingeniero de Montes y antiguo responsable de la extinta ICONA, de CC, es el verdadero inspirador de esta ley y posiblemente el único entre los sesenta diputados del Parlamento que sabe realmente de Medio Ambiente. Sin  embargo, dejo claro en el debate parlamentario que su intelecto está ya al servicio de otras causas menos idealistas y más pragmáticas. Sus explicaciones sobre la supuesta voluntad de contar con los científicos de las dos universidades Canarias rayan el terreno de lo absurdo y desmerecen su larga trayectoria intelectual y profesional. En cualquier caso, han ganado, han conseguido desbloquear el Puerto de Granadilla, aunque para ello hayan tenido que sacrificar la dignidad parlamentaria,
En definitiva, que esto es lo que hay como hemos comentado en otras ocasiones. La democracia es utilizada contra la razón y el sentido común, como un rodillo que aplasta todo lo que se le pone por delante. Luego alguno de los que estaban en ese Parlamento dirán que no entienden como la política está tan desprestigiada. Sólo tienen que mirarse a sí mismos y a sus actuaciones para comprenderlo. Pero esto no es lo peor, me temo. Lo realmente triste es que a la mayor parte de la sociedad canaria este tipo de actuaciones le da igual. Y que muy pocos modificamos nuestro voto teniendo en cuenta las agresiones a nuestra biodiversidad y a nuestro patrimonio natural. Y dado que somos una sociedad atrasada, inculta, apática y poco consciente de los valores que debemos defender a ultranza, los políticos pueden hacer y deshacer a su antojo de forma impune. En ese sentido, me cuesta creer que este tipo de iniciativas políticas fuera posible siquiera plantearlas en lugares como Cataluña o País Vasco, y no digamos al norte de los Pirineos. Como en tantas ocasiones, Canarias -más africana que nunca- vuelve a destacar por lo malo. Ajo y agua…