miércoles, 26 de mayo de 2010

Por ahora se salvan el Cielo y el Mar


Ángel Tristán Pimienta

Me inquieta una pregunta: ¿quién recogerá la Medalla de Oro de Canarias en nombre del Cielo de La Palma? ¿El ángel Gabriel, que fue el que anunció a María y tiene experiencia en estos menesteres representativos?, ¿el obispo de la Diócesis Nivariense, por delegación, teniendo en cuenta además su condición de palmero ejerciente? Hay que reconocer que el Gobierno tiene imaginación y sentido de la oportunidad: como el telescopio inmensamente grande, o sea, grandísimo, se fue a Chile, CC ha querido echar la nasa en un caladero tradicional con este premio de consolación.

Enternecedor. Eso sí, hay que reconocer los méritos contraídos por el cielo de La Palma, como el cielo del resto de las Islas, que ahí está sin faltar un solo día a su compromiso, y que es el mismo, incluso visualmente, porque las estrellas que se divisan desde El Hierro, vamos a suponer, son las que se ven desde La Graciosa o desde el Roque del Oeste, donde, por cierto, hay una nula contaminación lumínica por razones obvias: no hay ni un bombillo. Y sigo preguntándome si el año que viene, y en consideración al Campus del Mar que cobra forma en Taliarte, la Medalla le corresponderá al mar de Gran Canaria. ¿Se entregaría a Neptuno, que tiene estatua en La Garita? 

Pero, en fin, levantemos los corazones y alegrémonos todos de este homenaje al espacio sideral; pero tengo la impresión de que se están lanzando botes de estrellas para ocultar la realidad en la tierra. Casi a la vez, el mismo Ejecutivo aprueba el nuevo catálogo de especies (des) protegidas, que en principio se opone frontalmente a los requerimientos europeos. Una vez aprobada la propuesta, que ha unido en su contra a todos los ecologistas y personas defensoras del medio ambiente, se reconoce abiertamente que se ha tratado de dar vía libre al puerto de Granadilla, paralizado por unos sebadales. O sea, que era eso. Se trata de otra ley finalista diseñada para trampear una ley original. Exactamente igual que los BIC (bien de interés cultural) que están dirigidos a legalizar construcciones ilegalizables que han privatizado a la chita callando y con la complicidad municipal, de los cabildos o del propio Gobierno regional zonas de dominio público. Dentro de poco, y si sigue adelante este concepto de canariedad, mucho me temo, y lo repito, que se termine convirtiendo en Bien de Interés Gastronómico la cagarruta negra de cabra.

La verdad, en estos momentos en que parece haber un consenso en que la conservación del paisaje es fundamental tanto para los isleños como para los turistas, y que sin paisaje no hay identidad, lo sensato sería crear las condiciones adecuadas en tierra firme y encontrar méritos suficientes para conceder Medallas de Oro a las Islas, por su responsabilidad y sentido del deber. Pero mientras ayuntamientos, cabildos y Gobierno regional no pueden hacer planes generales ni parciales para el cielo, sí los hacen para el suelo. Por eso en el cielo está todo como ha estado desde la chispa de la vida, y en el metro cuadrado, perdón, en el territorio, pasa lo que pasa. 

Qué cosas... El mayor grado de destrucción de ecosistemas frágiles, y de crímenes urbanísticos, se ha producido precisamente bajo ideas autodenominadas nacionalistas que tienen entre sus objetivos... ¡la defensa de las señas de identidad de los canarios! Pero esta identidad no tiene nada que ver con el DNI. Las señas de identidad, que ya no lo son, serían el arrasado valle de La Orotava, Las Teresitas, el valle de Agaete, muy productivo en bloques del 20, el litoral, los riscos usurpados por la vulgaridad, las montañas heridas por piconeras y aterramientos, los entornos de lugares arqueológicos... Menos mal que nos quedan el cielo y el mar. Por ahora.